Covadonga González-Pola

Escritora y consultora editorial. Editora. Fundadora de la Escuela de Escritura Tinta Púrpura.

Escritora, creadora de contenidos, experta en servicios editoriales, formadora en talleres de escritura y unas cuantas cosas más.

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Una escritora en Camac. Vivir en una residencia de artistas (IV)

Aún estoy recuperándome delestupendo viaje a París, y debo decir que me recibieron de lamejor manera en Camac: mis compañeras me fueron a recoger a la estación de Nogent y después pasamos una tarde muy agradable. Poco después caí como una piedra y dormí como una ceporra :)

Esta semana es una semana de actividades, y la primera no se hizo esperar, pues fue el lunes. Lo llaman Open Studio y consiste en ua jornada de puertas abiertas donde cada artista habla un pco de sí mismo y de sus proyectos. La verdad es que me ha encantado la experiencia, pues puedes comprender el mensaje que hay detrás de las obras, sobre todo si tienes dificultad a veces en analizar el arte contemporáneo. Conocer al autor siempre ayuda a ver cómo ha puesto sus experiencias al servicio de sus creaciones. Así que aquí, por fin, os respondo a algo que seguro que os habéis preguntado: ¿Qué se está cociendo en Camac? Comienza el tour:

El primer estudio que visitamos fue el de Sepideh Farzam. Ella es originaria de Irán, pero vive desde hace mucho en Australia. Sepideh trabaja con esculturas e instalaciones y en el trabajo que está haciendo ahora se está centrando en un problema de salud del que ahora está saliendo adelante. Por eso, gran parte de su trabajo parte de ahí: utiliza las cápsulas y lascajas de sus medicinas como material de trabajo, y también prendas antiguas, a las que hace modificaciones como llenar de clavos las plantillas de los zapatos o colocar cremalleras en prendas que ya no le sirven, y que reflejan sus cicatrices. Posiblemente porque siempre que ves a Sepideh tiene una sonrisa de oreja a oreja, te sorprende más aún ver cómo lleva esta problema consigo a diario y cómo saca partido de él, cómo lo convierte en fuente de inspiración y de reflexión.

De este estudio pasamos al de Cynthia McCusker. Cynthia es una de esas personas en las que ves una vitalidad y un optimismo especial, supongo que por eso no me extrañó ver que en su obra se refleja ese amor que profesa a los animales. Colabora  siempre que puede en actividades que ayudan a especies amenazadas y en Camac está trabajando en un cuadro abstracto que reinterpreta a los gallos. Es también muy interesante la forma en que trabaja con el movimiento y el nivel de detalle en sus trabajos. Por si fuera poco, mientras ha estado aquí, también ha participado como artista en un festival de música de la región, su obra quedará expuesta en el ayuntamiento. Ah, aún no os he hablado de las pequeñas reproducciones que podéis adquirir de sus cuadros en gran formato, los MiniMcCuskers y de que podéis echarle un cable, pues se está financiando su estancia en Camac por medio de esta campaña de crowdfunding.

De esta parada fuimos a una pequeña casita en Camac que llaman la Maison. Este es el espacio en el que trabaja Ann B. Murphy. Anne se ha movido mucho y lleva un tiempo viviendo en California, pero creo que contar todo su trabajo es algoo difícil de hacer en un solo párrafo. Ann está especialmente centrada en que su obra implique a la gente de esta región, por eso está combinando sus pinturas —de las que me llama especialmente la atención esa búsqueda de objetos raros por la zona para ser dibujados en blanco y negro— con entrevistas a los habitantes de Marnay, Pont y otros rinconcitos. Estas entrevistas están todas en una pequeña grabadora y serán parte de un proyecto en el que se combinará sonido, stop-motion y cartas escritas a mano. Como aún no está terminado, todavía no os puedo decir más. Habra que tener paciencia, pues valdrá la pena.

La siguiente historia es la que más conectó conmigo. Erin Connally es el corazón de la casa y tiene un sentimiento muy profundo acerca de lo trascendental. Hace tiempo nos habló de un concepto que había descubierto, podríamos traducirlo como «parajes finos», thin places, aquellos lugares donde parece que se pudiera pasar a otros planos de existencia. A mí me recuerda bastante a la forma en que Avalon y Glastonbury comparten espacio en las novelas de Marion Zimmer-Bradley. Así pues, Erin ha creado una representación de este concepto. ¿Cómo lo ha hecho? Pues por medio de series de tres ilustraciones que adquieren sentido al superponerse, encerrarse entre cristales y colocarlos en una caja de luz que ella misma ha creado. En las fotos lo veréis un poco, pero si estuvierais aquí viviríais la experiencia completa y alucinaríais.

Subimos las escaleras del edificio de la antigua abadía y llegamos al estudio de Sarah Slavick. Sarah es sabia y Sarah esconde una pasión y un recorrido que me dejaron impresionada. Su trabajo siempre ha estado conectado con conceptos relacionados con la vida, desde cuadros relacionados con la  enfermedad, otros que representan la época de lactancia de su hijo y que se centran en mostrar lenguas (os incluyo uno más adelante), hasta la etapa actual, donde trabaja con el agua y su movimiento. Aquí está trabajando en un lienzo donde se puede ver ese concepto de movimiento, pero creo que es necesario detenerse a contar que normalmente pinta en pequeños fragmentos de madera que luego une para crear maravillas.

Y me tocó a mí cerrar el Open Studio, en la biblioteca. Y va siendo hora de que os cuente qué es lo que estoy haciendo aquí, ¿verdad? Bueno, pues he venido a escribir una novela corta, que transcurre precisamente aquí, en Camac y Marnay. Quería explicar cómo una residencia puede ayudar e influir a un artista y también he sentido la necesidad de hacer un cierto análisis social, por eso he estado investigando acerca de las diferentes formas de vivir, no vivir o sobrevivir de los artistas en diferentes países. Mis cuatro protagonistas tabajan diferentes disciiplinas, proceden de diferentes países y culturas y tienen situaciones socioeconómicas muy distintas. Cada uno se enfrentará a un problema que habla de sí mismo y a un momento duro y disruptivo (hablaré de crisis, de acoso, de  enfermedad y de censura). La idea de la obra es hablar sobre empezar de cero. Porque cuando te vas a un lugar nuevo, aunque sea por un mes, estás empezando de cero, pero mis personajes también terminarán su historia empezando de cero otra vez. ¡Tendréis que esperar para leerlo!

Y aquí me despido hoy, me queda poco más de una semana aquí, pero estoy segura  de que va a ser una semana genial. Así que os seguiré contando un poco de todo esto. Os mando un abrazo desde Camac, este pequeño universo lleno de creatividad y calidez. À bientôt!

Siete lugares donde escribir e inspirarse en Madrid (I)

Yo digo NO al clásico escritor que prepara su novela en un café. Tranquilito y con poco ruido, tal vez, pero sin ninguna opción a evadirse o buscar inspiración más allá del fondo de la taza que ya lleva vacía demasiado rato y empieza a hacer que sienta apremio por pedir algo más en la barra.

Con este post lo que busco son lugares que nos llenen de ideas y del impulso de escribir. Algunos son calmados, otros, todo lo contrario, pero nos permiten transportarnos a otro lugar o bien quedarnos mirando y convertir cualquier detalle o a cualquier persona en un elemento de nuestra obra.

Estos son mis siete lugares recomendados —de una lista que se irá ampliando— para encontrar inspiración sin tener que salir de la capi.

1. Las ruinas de la ermita de Pelayo

Por mucho que mires y vuelvas a mirar no ves la ciudad. Pero está al lado. Estás rodeado de edificios. No tienes más que cruzar la Puerta de O’Donnell de El parque de El Retiro y avanzar hacia Menorca. Enseguida verás esta maravilla a la derecha. Y te olvidarás de que estás en Madrid. Siéntate y saca tu libreta, tu portátil… cierra los ojos, escucha, respira, vuelve a mirar. Elige tú el lugar en el que te encuentras.

2. Los Jardines de Cecilio Rodríguez

Si lo tuyo es la armonía, la belleza, un toquecito de decadencia y los lugares muy cuidados, aquí tienes el mejor paseo. Si te gusta el modernismo, estás de enhorabuena, pues al puntito exótico de este lugar se le suman los pavos reales que pasearán a tu lado desplegando orgullosos sus plumas. Elige uno de los bancos de piedra o siéntate en el escalón que mejores y más evocadoras vistas te ofrezca. Las palabras saldrán solas.

Y ni siquiera has tenido que salir de El Retiro para llegar hasta aquí.

Imagen:Flickr.com

3. Invernadero de Atocha

Seguro que algún majo piensa que en Madrid llueve poco. Pero llueve. Y hace bastante fresquito en invierno  (y cada cuatro años o así cae una birria de nevada), así que también hay que pensar en lo inspiradora que es esta estación del año y en poder inspirarnos estando a cubierto. El invernadero de Atocha es ideal para esto y más cuando nos hará tener una sensación de lo más tropical como una mezcla más que curiosa: imaginarnos la selva como un lugar bullicioso, no por los monitos que saltan de un árbol a otro, sino por la animada vida de los viajeros que van y vienen por la estación. Toma asiento en los márgenes, mira las tortugas que están tan calentitas como tú y comienza a imaginar. Seguro que te sale algo cuando menos un tanto alternativo.

Imagen: renfe.com

4. El Rastro

Algunos sabréis y otros no que el nombre de este popular mercado de los domingos por la mañana se debe a que poco más arriba había un matadero y que por el camino que ahora trazan las tiendas corría normalmente un reguero, un rastro, de sangre. Ya tenéis el primer detalle inspirador. Añadamos a eso todo lo que se puede encontrar en los curiosos puestos de este mítico lugar.

Pero hemos venido a escribir. Dicen que la calidad de un lugar se puede medir por el tiempo que puede estar una persona sentada mirando pasar a la gente sin aburrirse. Mi reto: encuentra un lugar donde sentarte, una terracita si tienes muchísima suerte y, si no, cualquier escalón de los mil monumentos que se pueden ver en La Latina. Saca esa libreta, esa tablet, ese ordenador. Empieza a mirar a la gente, piensa personajes. Cronometra, a ver cuánto tiempo puedes estar así. Se te hará corto, pero seguramente te sorprendas cuando mires el reloj y te des cuenta de que llegas tarde a algún lado.

Imagen: adamjasonmoore.com

5. La mazmorra

Tendría poco sentido buscar la inspiración en Madrid sin recordar uno de los detalles que hace tan especial el centro de esta ciudad: todos los locales tienen su cueva. Muchos de ellos están tapados y los dueños de los restaurantes los rehabilitan como un nuevo espacio. Cuando bajas, puedes sentir la humedad de la excavación natural y también pensar en las primeras veces que se utilizaron como bodegas o crear tu propia historia con aires aventureros y románticos. Hay muchas en el centro de Madrid, pero para el objetivo que nos ocupa yo os recomiendo La Mazmorra, en la Cava de San Miguel, por su decoración, por las jarras de barro y porque ya que os vais a sentar un rato largo, podéis aprovechar para comer la tortilla que hace Marina. El precio, además, es bastante asequible. Eso sí, mejor entre semana. El finde encontraréis bastante cola.

Imagen: tripadvisor.es

6. El Templo de Debod

Cuando se construyó la Presa de Asuán este magnífico templo fue salvado de las aguas como un regalo del gobierno de Egipto a la ciudad de Madrid. Una vez más, una manera de transportarnos a otro sitio.

Mi recomendación personal es que vayáis al atardecer. Además, a la belleza del templo le sumamos el ambiente del parque donde podremos encontrar desde parejitas hasta animados grupos de amigos con sus cervezas y sus historias para que tú las crees. Siempre que no venga algún mandado a recaudar dinero por la gracia de la ley antibotellón. Pero ahí tienes otra historia, menos romántica, que narrar.

Imagen: quehagoyoenmadrid.com

7. El Espejo

Lo vemos cuando paseamos por  Recoletos y nos quedamos mirando sus cristaleras. ¿Qué tal hacerlo al revés y mirar desde dentro, a través de todo ese art-nouveau y pensar en nuestra historia? Sí, sé lo que pensáis: me va a costar un ojo de la cara. Pues yo recuerdo haber tomado allí algún café sin que me pidiesen un riñón a cambio. Y los menús, según dónde se coloque uno y el día y momento del mismo en que vaya, se mueven entre los diez y los veinte euros. Podría sonar caro, pero mucha gente se gasta más los sábados en un par de vasos llenos de agua del cubo de la fregona en algo que los bares poco leales llaman cubata.

Imagen: caminandopormadrid.blogspot.com

Hasta aquí la primera entrega de este recopilatorio que recorrerá Madrid, España y Europa para ayudaros a encontrar a la musa y utilizarla como excusa para recorrer vuestra ciudad o para salir de ella.

¿Y a vosotros, qué lugares os inspiran?

Los bosques tienen sus propias puertas. Carlos Yushimito las abre y las cierra para nosotros

Cuando me detuve en la caseta de Demipage durante la Feria del Libro de Madrid, una de las principales características que captó mi atención fue la sencillez y limpieza del trabajo que presentaban. Después de recorrer cientos de puestos llenos de portadas que competían por ser las más vistosas, nada como una encuadernación simple, directa y con ese estilo afrancesado que transmite una promesa de armonía en la lectura. Y así fue como mis ojos se posaron en un título que me resultó de lo más atrayente: Los bosques tienen sus propias puertas. Era uno de los lanzamientos estrella de la editorial para este año y, además, gracias a Paula Roses, que me habló del autor y del estilo, no tardé mucho en devorar las más de 250 páginas de relatos que me ofrecía.

Los bosques tienen sus propias puertas es no sólo el título de este libro, sino el del último de sus relatos. Seis en total, que comienzan con historias sencillas, podríamos decir que relatándonos con belleza vivencias del día a día... o, al menos, eso es lo que nos parece al principio. La lectura, ágil y relajante, nos esconde algunas sorpresas que harán que no olvidemos estas obras. Porque, tal y como reza en el resumen que nos invita a leer esta obra,  "lo excepcional se muestra tras la máscara de lo cotidiano. Ternura y crueldad conviven armoniosamente." Belleza y espanto, dolor y dicha. Parece difícil hacerlos convivir y contrastarlos sin que esto resulte en una desorientación del lector, pero Carlos Yushimito se gana a pulso su fama de joven promesa al conseguir unirlos con gran esfuerzo, como un encaje de bolillos donde cada detalle está en su lugar y el resultado es increíblemente proporcionado y atractivo. Y no es fácil lograr aunar un apocalipsis con la cocina de vanguardia ni tampoco conseguir hacernos ver que la vida puede ser más impactante que el más enrevesado culebrón sin que dejemos de sentir que nos están recitando un canto dulce y melódico. Es, cuando menos, para quitarse el sombrero.

De esta obra me ha gustado especialmente el tercer relato: "75, Calle Prince Edward". Puede que por esa sensación de saber lo que sucede a la vez que nos faltan detalles importantes y la forma en la que se desvelan. Y porque me fascinan los autores que son capaces de mantenerte hipnotizado e ir desvelando sólo lo estrictamente necesario para que sigas conectado a la obra y dejarte totalmente del revés en la última página. La historia de un hombre que conduce durante horas para cumplir un encargo. Parece sencillo. En realidad, lo es. Aunque a nosotros no nos lo parecerá tanto.

Creo que el gran acierto en el estilo de este autor es que logra unir sus dos realidades: su nacionalidad peruana, que le confiere esa dulzura y melodía en su estilo, con su ascendencia japonesa, de la que obtiene el orden y también esa fuerte capacidad de contraste e impacto. Yushimito está empezando a darse a conocer en España, pero ya se está convirtiendo en un autor de culto en Lationamérica y también se abre camino en Estados Unidos, donde reside y realiza su doctorado actualmente.

Ahora que se acercan las vacaciones y que tendremos un poco de tiempo para relajarnos, pero sin dejar de pensar, creo que ésta es una obra muy recomendable por aunar profundidad y ligereza. El tipo de escritura que te hipnotiza como si estuvieras presenciando un truco de magia.

Espero que os animéis a leer esta obra. No puedo terminar esta reseña sin agradecer a Demipage este magnífico descubrimiento al que me han permitido acceder ni tampoco sin dejar de elogiar el impecable trabajo que realizan para darnos acceso a obras de altísima calidad y permitirnos alejarnos del consumismo de la literatura de moda para adentrarnos en contenidos especiales y que nos proporcionen vivencias especiales y diferentes a lo que estamos acostumbrados.


Baúl de serpientes. Cuando la ansiada libertad se convierte en la soledad más temida

El escritor está hecho de otra pasta. Su profunda reflexión y una rica vida interior es posiblemente lo que lo convierte en un ser especial, capaz de imaginar, plasmar y transmitir como nadie. Sin embargo, esta faceta también lo aísla del mundo: da una vuelta más a todo, a la trascendencia o a su posible significado, a cómo manipular las palabras hasta el punto de manipularse a sí mismo. Su propio don puede dejarlo sumido en la incomprensión, en la más dura autocrítica y, como más grave consecuencia, en la más profunda soledad.

Todos creemos que seremos felices si logramos nuestro sueño. ¿Pero qué sucede cuando logramos el qué sin pasar por el cómo que habíamos imaginado? Éste es el hecho que marca la vida del protagonista de Baúl de Serpientes: un escritor de éxito que consigue la libertad e independencia económica que todos —artistas o no— deseamos, pero sin hacerlo por el camino que él habría deseado para su autorrealización. Al verse en esta situación, se ve inmerso en un profundo desengaño. Por una parte, por saber que lo mejor no es siempre lo más aclamado, y por saberse convertido en un escritor marcado por una obra mediocre. Por otra, por el desengaño de saber que al haber obtenido su libertad no ha comprado sino soledad. Que la falta de ataduras que le da esta independencia lo convierte en una persona desarraigada, que puede ir adonde quiera, pero que no sabe adónde ir. 

De la mano de los pensamientos del protagonista y la búsqueda de su lugar en el mundo, Fernando Podadera nos lleva por los diferentes ámbitos de la vida literaria: profesionales, familiares, sociales, románticos, dramáticos. Asimismo, nos pone en contacto con las reflexiones del protagonista y nos ayuda a comprender desde un ángulo más cercano cuál es la visión —para algunos, extraña— que un escritor tiene de la vida. De la trascendencia de la misma, del valor que otorga a su trabajo y a lo que deseó plasmar en él, de su ego y su capacidad, tanto de creación como de destrucción, incluso de sí mismo. De la resignación del que se ha dado cuenta demasiado tarde de que lo más importante no es la consecución del objetivo, sino el camino que recorrió para lograrlo. Del que siente incomprensión, tal vez como todo ser humano pero que, además, es capaz de plasmarlo de una forma que cala demasiado en nuestro interior.

Después de todo, este libro trata de la vida. Y Fernando Podadera, como buen docente, no se dedica simplemente a enunciarnos las lecciones que desea transmitirnos sobre la misma, sino que nos introduce en un contexto creado especialmente para la ocasión, para que, una vez inmersos en él, reflexionemos. Y así, además de aprender, saquemos nuestras propias conclusiones acerca de la experiencia. Porque sabe que así es como algo nunca se olvida. Porque así se ha asegurado de que, una vez terminemos de leer, no olvidemos toda la carga emocional que se desprende de esta obra.

BauldeSerpientes

Fernando Podadera Cobos es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, además de contar con el Diploma de Estudios Avanzados en la especialidad de Literatura Hispanoamericana y el Certificado de Aptitud Pedagógica. Lleva nueve años ejerciendo la docencia, su gran vocación, impartiendo clases de Lengua Castellana y Literatura a adultos, adolescentes y menores en riesgo de exclusión.