Una escritora en Camac. (Sobre) vivir en una residencia de artistas
Bueno familia, pues aquí sigo, disfrutando de la France. Y sufriéndola un poquito. ¿Y por qué? Veréis, como ya os he comentado, este pueblo está aquí un poco solito, y últimamente las habitantes de la residencia hemos estado poniendo en común algunas pegas que dejan clara cierta dejadez que ha habido por parte de los encargados del lugar. No me malinterpretéis, en términos generales, la residencia está genial, pero hay algunos detallitos un poco crispantes que nos generan la sensación de que a veces hay una actitud de esforzarse poco por que los artistas estemos lo más a gusto posible.
El caso que os voy a contar puede ilustrarlo un poco. Veréis: anoche estaba trabajando, muy animada, en la traducción de un relato de ciencia ficción que quiero presentar a una revista extranjera, cuando de repente vi algo que se me acercaba dando miles de pasitos con sus cientos de patitas.
Es este bicho, una escolopendra de unos 12 centímetros, que, además, son venenosas, es decir, la picadura duele que flipas, es la cuarta de suespecie que me he encontrado; las otras fueron en el baño, pero ésta en mi cama. Ah, y vienen en parejas.
Intuyo que venía de la chimenea, pero imaginaos la gracia que me hizo que desapareciera debajo de mi cama y pensar que la iba a tener por ahí campando a sus anchas por el cuarto. Y no soy la típica persona que se muere con los bichos, de hecho, yo suelo ser esa persona que mata a los bichos cuando otras personas se asustan. En fin, pedí, ayuda por Skype, por teléfono... mi compañera Sarah, que de milagro me crucé con ella, me ayudó a remover todo el cuarto y fumigar. No veáis que colocón más simpático. Ah, también pedí ayuda en Facebook.
En fin, tras dormir emparanoiada y no demasiado bien, serán los vapores del Baygon, he exigido hoy que me cambien de habitación. Y me han dado algo que parece una suite, un cuarto inmenso que tiene hasta una máquina de coser antigua, una puerta a la terraza, un baño que es más grande que el cuarto anterior e incluso una habitación dentro que podría definir como vestidor y despacho. Ah, y es la única habitación de la residencia a la que llega el wi-fi.
Es el perfecto ejemplo de ese mínimo esfuerzo. Veréis, cuando escribí poco antes de venir, pregunté por la conexión a internet y si podía tener un cuarto con wifi para trabajar. Y me dijeron que no, pero que me darían un cable para conectarme. Resulta que sólo hay tres cables, cuando la residencia tiene capacidad para ocho o nueve artistas. Resulta que pedí una habitación con wifi y no me la han dado, no sé muy bien por qué, si esta lleva todo el tiempo que estoy aquí vacía e iba a seguir estándolo. Pues eso.
En fin, como ahora estoy muy contenta con mi cuarto nuevo, no me voy a hacer mala sangre y simplemente intentaré hacer una lista de «oportunidades de mejora» con estas cosas para hablar con ellos dentro de unos días. Aunque me he olvidado de contaros que me han preguntado si había oído ruidos raros en el edificio de la abadía... ehm... lo dejo para otro día.
Esta miniaventura de exterminadores de plagas ha hecho que pase por alto que el otro día celebramos el día de la Bastilla, quiero decir que me encantó. La gente del pueblo encendió farolillos con los colores de la bandera y paseaban todos juntos a ritmos de tambor cantando canciones tradicionales de la revolución. Supongo que, como en España el día nacional, que es el 6 de diciembre, lo concebimos como un día de puente, nunca había pensado en que se viviera de una forma tan propia y con tanto cariño. Será que nosotros somos más de las fiestas de nuestros barrios y nuestros pueblos. Pero aquí la gente es estupenda, y acabamos la noche cenando pasta boloñesa en casa de uno de ellos. En fin, que son un encanto. Vive la France!
Mañana me voy a pasar el finde a París, estoy deseando un par de días sin bichos, pero os dejo alguna foto más de los magníficos paseos que disfrutamos por aquí y de la iglesia de Pont sur Seine, el pueblo vecino que he conocido hoy y que me ha encantado.
À bientôt!