Una escritora en Camac. Vivir en una residencia de artistas (I)
No es fácil y a la vez es de lo más sencillo. Viajar a otro lugar supone que necesitamos acostumbrarnos a lo nuevo, pero también que nos liberamos de gran cantidad de presiones, tanto positivas como negativas. Esto no es mío, pero lo suscribo por completo. Y por eso creo que de vez en cuando es bueno viajar y redescubrirse. Como persona, como profesional... en todas las facetas posibles.
Algunos ya sabréis que estoy pasando el mes de julio en Francia. Me encuentro en la región de Champagne-Ardenne, a poco más de una hora en tren de París. ¿Que qué es lo que hago aquí?
Para eso voy a volver un poquito atrás, sin enrollarme mucho...
Hace cosa de año y medio, mi amiga María, que trabaja en una fundación, me envió unas becas para artistas que ofrecían en una residencia de Francia. Gracias a la ayuda de unos cuantos, entre cartas de recomendación y asesoramiento acerca del proyecto y de su planteamiento, conseguí que me ofrecieran una beca parcial por medio de una fundación francesa. El resto del agradecimiento es para mi familia, ya sabéis, mi «mamager» y mi «papatrocinador», que me hay ayudado a cubrir el resto. Me da rabia, como siempre, lo difícil que es abrirse camino como artista, pero también me siento profundamente agradecida por la gente que me ayuda.
Por otra parte, me siento además afortunada, y un poco orgullosa, al saber que normalmente no es fácil entrar aquí: menos del 10 % de las solicitudes que les envían reciben un sí como respuesta. ¡Y yo estoy entre ellos! ¡Qué honor!
Bueno, ¿y qué he venido a hacer aquí? Pues precisamente mi idea es escribir una novela —vaya, giro inesperado, ¿eh?, jajaja— que hable de este lugar. De cómo es vivir aquí, de cómo trabajan los artistas. ¿Cómo te cambia pasar un tiempo en un lugar aislado del mundo pero con un ambiente creativo y tranquilo? ¿Qué tipo de personas encontraremos en un sitio así? ¿Por qué puede ser bueno para uno? Esta es la idea que os iré contando a través de cuatro personajes, que trabajen en cuatro disciplinas diferentes y que vengan de cuatro lugares distintos del mundo. Hablar de ellos, de sus sueños e inquietudes y también de este precioso lugar.
Ahora paso al cotilleo. ¿Cómo es este lugar? Es un pueblecito de unos ciento cincuenta habitantes que solo tiene línea de autobús entre semana. Se llama Marnay-sur-Seine, precisamente porque está construido sobre el Sena, sí, el mismo que pasa por París, pero en una parte más alta —y limpia, imagino— de su curso. Es tranquilo, los días duran mucho en verano y el estilo de las casas me recuerda un poco al norte de España, pero con una mezcla de las casitas que se veían en la película de La bella y la bestia. No iríais a pensar que no estaba ya pensando en cosas fantasiosas, ya me conocéis...
El centro de arte se compone de tres edificios donde hay un poco de todo: zonas comunes como la cocina, el comedor o la biblioteca, espacios amplios y con grandes chimeneas. En la entrada hay una gran explanada con árboles frutales. Y luego, los estudios para trabajar y los dormitorios. En mi caso, son dos en uno, puesto que no necesito caballetes ni pinturas para crear mi obra. En mi habitación hay una chimenea enorme y preciosa, desde la que puedo oír a las palomas de la parte de arriba y que, rezo, no se cuelen, pues me dan bastante fobia.
Es un lugar privilegiado. Al cruzar de un edificio a otro por un pequeño pasaje puedo ver los frutales a la derecha y a la izquierda el Sena. Después de cenar bajamos a bañarnos y el agua está estupenda. Yo me he aventurado alguna vez por la tarde y en la pequeña playita que hay el baño es de lo más refrescante y siempre te encuentras con alguien del pueblo que te dedica un saludo o, si son niños, a veces hasta te saludan para que juegues con ellos.
Aquí, además, tengo que decir que me veo en la obligación de romper un tópico. ¿Por qué todo el mundo, incluso los propios franceses, dicen de sí mismos que son antipáticos? Llevo una semana aquí y no he encontrado más que amabilidad, buena disposición y buenas palabras: gente que te aconseja si te pierdes, familias que te invitan a cenar si tienen una celebración, paisanos con ganas de hablar de su pueblo...
Estoy viendo que mi primer post se está alargando mucho y voy a tener que cortar por aquí. Pero la verdad es que me alegro. ¿Y por qué? Pues porque creo que para escribir primero hay que vivir y tener mucho que contar. Por eso llevo ya varios días familiarizándome con en lugar, con la gente, con las encantadoras artistas con las que comparto estancia...y veo que ya empiezo a tener una buena cantidad. Así que voy a seguir trabajando en ello, y pronto tendré las primeras líneas. Es difícil escribir una novela, por muy corta que sea, en un mes. Pero espero marcharme de aquí con un buen primer borrador.
Bueno, chicos, seguiré contando. À bientôt!