Los Miserables del siglo XXI. El mobbing donde menos te lo esperabas
Si estabas esperando un post sobre los políticos más corruptos, te has equivocado de lugar. Pero te aconsejaría que siguieras leyendo. Creo que leer esto podrá ayudar a más de una persona a entender algunas cosas y a salvarse de gente que tiene muy cerca, sin un pelotón de antidisturbios entre uno y otro. Esas personas que, de repente, parece que te odian y tú no sabes por qué.
¿Se puede saber qué te pasa conmigo?
La verdad es que se puede tropezar muchas veces en esta piedra. He pensado mil veces en escribir algo sobre esto y siempre acabo mordiéndome la lengua y no diciendo nada. Tal vez por no rebajarme a restarles más atención de la que merecen. Pero creo que viene bien entender lo que pasa. Tal vez así la próxima vez lo vea venir y alguno de vosotros también.
Seguro que os ha pasado alguna vez. Os encontráis con una persona a la que creíais muy cercana o cuando menos agradable y maja. Y empieza a haceros salvajes recriminaciones, se le pone cara de poseso (esto si tiene valor suficiente para decírtelo sin tener un teclado y una pantalla, tal vez miles de kilómetros, de por medio) cuando te cuenta cuán horrible es lo que le haces. No mereces que te vuelvan a mirar a la cara, ni a hablar. Ya puedes ir flagelándote y pidiendo perdón.
Aquí tengo un top 5 de «las cosas más horribles que he hecho», para ilustrar el tipo de situaciones a las que me refiero:
1. Subir a mi casa con tres amigos a tomar una última cerveza sobre las doce o la una de un día festivo, cuando no había nadie en casa.
2. Enviar un correo para hacer cuentas de unos gastos que había adelantado a un grupo de personas, pasando el número de cuenta al que había que hacerme la transferencia y quién creía que quedaba aún pendiente.
3. Pedir una corrección de una errata en un cartel.
4. Sugerir a un amigo que iba a salir la víspera que acudiera de resaca a comer a mi casa a plato puesto al día siguiente.
5. Colgar el teléfono demasiado deprisa tras despedirme.
Yo, la Emperatriz del Mal.
Vale, lo he reducido un poco al absurdo, lo he hecho a propósito, pero intuyo que os imagináis por dónde van los tiros.
¿Qué pasa cuando no eres capaz de decir lo que te pasa realmente con alguien, o simplemente con el mundo, porque no es políticamente correcto? Que te vas inventando excusas cada vez más surrealistas. Tranquilo, no va contigo…
No es por ti… es por él. El triángulo dramático
Sí, así es. Normalmente estas recriminaciones, este tipo de miserias, vienen de una distorsión de las responsabilidades. Porque hay que ser muy miserable para hacerle esto a la gente que te aprecia. Esto me lo explicó un terapeuta hace tiempo. Se conoce como triángulo dramático y parte de algo llamado análisis transaccional. Os cuento en pocas palabras en qué consiste, y me centraré en la figura del agresor, que es la que más nos interesa para esto.
Uno debe ser responsable de su vida, y también de sus emociones una vez que llega a la edad adulta. Si algo te disgusta, te duele o te enfada, es interesante preguntarte, en primer lugar, por qué este hecho y no otro. Hay gente que se enfada cuando le cogen sus cosas sin avisar (mea culpa) y otras personas que se enfadan cuando les dan una sorpresa, porque no les gustan las sorpresas. Cada reacción habla de una emoción y, normalmente, éstas suelen estas vinculadas a frustraciones y a inseguridades.
- El agresor. Pongamos el clásico ejemplo del celoso sin razón. Una cosa es que tu chico o tu chica ligue con todo el mundo, pero bien distinto es, por ridiculizarlo un poco, que tengas celos cuando queda con sus hermanas. Esto habla de ti. Tienes miedo de que quede con sus hermanas porque en tu interior piensas que con eso te dice que no eres lo bastante importante y que, en la comparativa, las hermanas ganan y tú eres una mierda. Eso es lo que te quiere decir. Pues NO. Solo le apetece ver a sus hermanas. Eres tú quien tiene complejo de no ser lo bastante bueno o importante. Pero le lanzas la responsabilidad de no lograr esa seguridad en ti mismo a otra persona, en este caso, a tu pareja. A priori, es responsabilidad tuya sentirme bien y seguro de ti mismo. Si no lo consigues, mira dentro de ti y resuélvelo. Si no, estarás agrediendo y enfadándote con alguien porque tú y sólo tú te sientes inseguro. La otra persona no puede darte esa seguridad si tú no luchas por conseguirla por ti mismo.
- El salvador. Digamos que éste sería el polo opuesto. Pero mucho ojo con ejercer este rol, pues serás carne de cañón para agresores y víctimas. Una cosa es ayudar a los que quieres, o más bien ofrecer tu ayuda, pero hay que tener cuidado con tomar las responsabilidades de los demás y ejercerlas uno, por dos razones: lo haces para sentirte bien por tus hechos y así también niegas una inseguridad y, sobre todo, porque será muy fácil que nadie tenga en cuenta tus necesidades e incluso se acaben tomando esos favores como derechos.
- La víctima. Esa persona a la que rescata el salvador después de que haya sido agredido por el agresor (qué redundancia). Tampoco se responsabiliza de sus problemas, simplemente adopta un rol dramático en el que dar pena para no tener que asumir esas responsabilidades y que las asuma otro, normalmente el salvador.
Pero ojo, si ya has entrado al trapo en todo esto, es más que posible que hayas pasado, al menos, por dos de estos papeles y que llegue un momento en el que puedas haber entrado en todos. Simplemente, cuando veas esto, no entres al trapo.
Pero el problema es que cuesta verlo. Cuesta mucho. Y ahora os explicaré por qué.
El que te quiere y el que te utiliza
Cuando una persona nos agrede de forma desmedida y sin esperarlo es habitual que pensemos en que algo raro está pasando. ¿Qué te pasa conmigo? No te suele parecer que el enfado sea para tanto. Te preguntarás qué ha pasado, qué será eso tan horrible que has hecho para que se ponga así contigo, pues tú no lo ves tan espantoso y condenable. Sobre todo porque, seguramente, no estás pensando en herir a nadie. Ni de lejos.
¿Qué ha pasado entonces?
Bueno, llega el momento de decirlo, aunque duela. Todos podemos tener una mala salida, una mala reacción. Pero dependiendo de con quién sea, en cuanto lo hayamos respirado un poco, nos encontraremos con dos posibles reacciones: arreglarlo, dialogar, ceder si es necesario, o bien ganar. Ganar a toda costa.
Intenta mantener una conversación lógica con estas personas y verás cómo tienen, invariablemente, dos tipos de reacciones:
- Admitir la lógica de tus argumentos, pero utilizar otros para dejar ver que lo más importante es dejar claro todo lo «horrible» que les has hecho. Incluso te pueden llegar a admitir que es algo puntual. Pero imperdonable.
- Darle la vuelta a todo lo que digas. Es lo que pasa cuando tú estás dispuesto a ceder y el de enfrente no.
No lo olvides: no quieren llegar a un acuerdo. Ese tipo de personas solo quieren ganar.
¿Y por qué?
Pues porque una persona que se porta así contigo no te quiere. Es posible que nunca te haya querido, es posible que en algún momento incluso esa persona pensase que te quería. Pero la verdad es que no ha sido así. Por eso duele tanto. Porque cuando quieres a alguien le escuchas e intentas que las cosas vayan bien. Pero cuando ves una y otra vez cómo esa persona a la que quieres le saca punta a todo y echa sus inseguridades y problemas contra ti, vas viendo que no, que tú eres el único que quiere o que ha querido. Que el otro solo te ha tenido cerca mientras le has servido: para compartir, para celebrar o para llorar. Para lo que sea. Pero únicamente te ha utilizado.
Y ahora se comporta así por alguna de estas razones:
- Porque ya no le sirves, quiere sacarte de su vida y no se atreve a decírtelo.
- Porque necesita alguien con quien pagar sus complejos y no se atreve a decírtelo.
- Porque te tiene envidia y moriría antes que decírtelo.
- Porque no es capaz de gestionar sus inseguridades, necesita un culpable para ellas, y moriría antes que decírtelo. O que enfrentarse a ellas.
- Porque le estorbas en sus nuevos planes y no se atreve a decírtelo.
- Porque sabes demasiadas cosas de él y no quiere que nadie sepa cómo es en realidad.
El dolor no es solo por sentirse agredido. El dolor es sobre todo sentir que quieres a alguien y haces de tripas corazón para que la relación salga del bache, salga incluso fortalecida, cuando el otro la valora tan poco que no sólo la va a tirar a la basura, sino que antes quiere llevarla hasta el vertedero a patadas.
Puede que ni lo vean. Pero después de muchas decepciones, hago balance, saco factor común y… creedme, es así.
Lo único que queda… aprender por qué nos duele y decidir cómo lidiar con ello. Yo, personalmente, prefiero llevarme mil decepciones antes que perder la oportunidad de conocer a todas las personas maravillosas que he conocido a lo largo de la vida.
Además, este dolor se pasa. Pero no quiero ni imaginarme tener que vivir con el esfuerzo de disimular envidias, ser un ser acomplejado, gastar energías en poner buena cara a gente a la que en realidad ni siquiera aprecio… y todo acaba saliendo. Este tipo de gente queda en evidencia allí donde va. El tiempo los pone en su sitio.
Lo cierto es que no me consuela, pero me alegra saber que, incluso cuando he dudado de mí misma y de mis buenas intenciones para intentar salvar una relación, he visto que seguía teniendo la conciencia tranquila. Tal vez la próxima vez lo vea venir, aunque lo dudo. Eso sí, como dice ese cartelito que ronda por las redes sociales (siento no saber quién es el autor de la frase):
Ojalá esto nos ayude a entender algunas cosas.
Voy a añadir una cosita al post, después de investigar un poco, creo que todo esto podría ser calificado como acoso psicológico, más conocido por la expresión en inglés «mobbing». Os dejo unos apuntes sobre esto. Y, por cierto, puede ser hasta denunciable.
Además de poner en orden mis ideas y emociones, ésta era la intención del post. Ah, y a los que lo habéis inspirado, a los que, por supuesto os lo dedico, os digo una última cosa: ¡Anda y que os den!